LOCARIO
Al primer temblor se le llama desconcierto.
Después, inmediatamente,
siempre asoma una nube de blablerías alborozadas,
como sería una procesión de libélulas
o como sería una manifestación de histéricos.
Todo ello enmarcado en un amordazado silencio.
Antes de que se extinga esa algarabía
nace un manto de desconcierto en el horizonte.
Amenaza con su estruendo y su insensatez.
Amenaza con instaurar un reino mudo,
y con apresar y descabezar
carcajadas, gritos juguetones y palabras de amor.
En sus manos tiritan pinceladas de tormenta.
Antes de que llegue la noche habrán muerto
rendidos de cordura y sinvivir,
sus pensamientos revolucionarios
y todos los deseos que se reprimieron.
Años después, un día sin futuro
vino a decirle que la esperanza
estuvo esperándole entonces.
como al hijo pródigo.
Pero él nunca había regresado.