Francisco de Sales - Relatos

MAMÁ

Francisco de Sales 

     

Mamá… mamá…

 

¿Cuántas veces te habré escuchado llamarme mamá?

¿Cuántas desde que eran dos sílabas inconexas,, primero, y otro , después?

¿Cuándo las juntaste con un murmurante tono de voz emocionada por haber conseguido unirlas por primera vez para dirigirte a mí?

¿Cuándo fue la primera vez que componías mi nombre, que para ti no es Manuela, sino mamá?

¿Y cuántas veces más lo habrás pronunciado?

Mamá emocionada para que acudiera corriendo a tu cuarto para celebrar contigo tu última ocurrencia o reír tu última gracia.

Mamá asustada por un sueño ingrato que se  había metido entre las hadas y los unicornios y las princesas.

Mamá ven, mamá tráeme, mamá quiero, mamá toma, mamá ayúdame… como si no hubiera en tu mundo ninguna frase que pudiera vivir sin mí.

Mamá temblorosa en tus delirios febriles de aquella enfermedad que te gobernó durante catorce días eternos y catorce noches sin piedad.

Mamá te quiero, cien veces, que fue el castigo que te impusiste la primera vez que te reñí por no recuerdo qué: decirme cien veces mamá te quiero, con cinco años, qué mona, cogiendo un poco de mis manos entre tus manos estremecidas, mirándome a los ojos mientras repetías mamá te quiero, una vez, y te sonreí, veinte veces, y me costaba aguantar la sublevación de mis lágrimas, cincuenta, y los temblores apoderándose de mí mientras tú mantenías el ritmo métrico, la cadencia de tu voz diciendo mamá te quiero mientras tus ojos se lo confirmaban a los míos, noventa, y el tiempo no sabía si correr más para acabar con la magia de aquel momento o si ponerse de nuestra parte y eternizarse con nosotras, y cien, cien besos, cien abrazos, cien lágrimas ya sin control, mientras tu voz no se cansaba de repetir sin dudarlo mamá te quiero.

Mamá risueña mientras te alejabas de la orilla y yo me quedaba temblando tras una sonrisa, disimulando mi eterno miedo de madre.

Mamá cuando me anunciaste tengo que decirte algo importante y me dijiste lo que ya sabía: que estabas enamorada.

Mamá temblorosa cuando me entregaste por primera vez a tu hija para que la cogiera en brazos, para que me reverdeciera como madre, para que volviera a sentir el mucho peso de la responsabilidad en aquel poco peso de una recién nacida.

O el mamá tan infantil en tu voz de treinta años cuando me pediste un día que te acunara, que te acogiera entre mis brazos, que querías volver a escuchar si el latido de mi corazón era como tú lo recordabas. Prometo no pesar mucho, me dijiste

Ahora pienso que tu mamá no ha sonado nunca para mí como cualquier otra de las palabras del diccionario. Cada vez ha sido distinto y ha estado vivo, cada vez ha tenido una emoción, cada vez ha llamado a mi corazón antes que a mí.

Por todo esto que ya sabes y te cuento comprenderás cómo fue para mí tu último mamá, tan desunido como aquel otro lejano, má, primero, y otro , después, escapándose atónitos de tu voz, de tu última voz, mientras tu marido y yo te apretábamos las manos para que la muerte no te robara la vida, para que no se te escapara el alma, para que me siguieras llamando mamá hasta más allá de mi último aliento, pero partir yo antes que tú y no tú antes que yo. 

A menudo, algún eco que quedó escondido sale y me trae tu voz exacta, ese mamá tan único, tan tuyo, que me suena tan especial como nos suena a todas las madres en la boca de nuestros hijos. 

Querida: mientras te escribo tu hija gatea a mi alrededor. Me ha parecido que hace un momento intentaba decir mamá. Tu hija eres tú, de nuevo, y vuelvo a ser, otra vez, mamá.